20 Apr
20Apr

Is. 38:1-2

En aquellos días Ezequiel enfermó de muerte. y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová.

La historia de Ezequías es conmovedora. Todos pasamos por tiempos de angustia y dificultades.

Muchas de ellas son graves y nos afectan en distintas áreas. Sin embargo, lo importante es la actitud con las que las dificultades son sorteadas. Ezequías entendió que su enfermedad era permitida por el Señor y por eso a Él acudió en oración.

La Biblia nos insiste vez tras vez que debemos refugiarnos en la oración en los momentos de angustia y debilidad. Jesús enseño acerca de la necesidad de orar sin desmayar (Lc.18:1) Pablo llama a los de Filipos a orar en su tristeza:

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego (Fil.4:6). Santiago anima a los hermanos a orar en la angustia y a pedir que oren por él en la enfermedad: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración...¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él (Stg.5:13-14). A los de Tesalónica les dijo Pablo que oraran sin cesar (1Ts.5:17).

No hay mejor refugio que la oración. Nos lleva al lugar donde pertenecemos: LA DEPENDENCIA DE DIOS. A través de ella le decimos al Señor quien Él es y reconocemos quienes somos nosotros. Además, orando reafirmamos nuestra confianza en Él y la promesa de Dios es que su paz gobernará nuestras vida y que Él está en control de todo. Por tanto, que bueno y bien nos hace orar.


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